domingo, 18 de mayo de 2014

Doce años de esclavitud

El violinista en la plantación 

¿Quién soy yo para decir que no a los premios otorgados?
Los estadounidenses aún tienen mala conciencia porque si no, tampoco se explica tanto encumbramiento. Tras Django Desencadenado uno se enfrenta a estas temáticas con otra mirada.

La película correcta, esclavos maltratados en escenas durísimas pero ya vistas cientos de veces, caña de azúcar, ríos y manglares y un fondo de canto de chicharras muy bien conseguido que me llamó la atención.

Se aparta de lo corriente por el carácter intelectual del protagonista, por otra parte, un personaje  con muchos “casi” en la historia: un casi esclavo a la antigua usanza de películas con olor a barco de vapor, un casi héroe, un casi hombre libre, un casi revolucionario… hasta que llega la escena de la horca o de los latigazos a la joven Patsey, ¡tremendas! Interpretada magistralmente por Lupita Nyong'o, merecidísima ganadora del Óscar a la mejor actriz de reparto.

Lo más cuando ella tiene plano, pues es la verdadera narración de los excesos y la incongruencia de la esclavitud de unos jodidos blancos que aún siguen teniendo descendientes tristemente. Por cierto, habrá que investigar y culturizarse un poco mirando por internet las otras facetas artísticas del director Steve McQueen (no el de la gran evasión) en su faceta de fotógrafo y escultor.

En definitiva nada nuevo que no hayamos visto en Mandingo (1975), El color púrpura (1985) o la estupenda serie Raíces (1977), entre otras.

El detalle: La aparición de la esperanza blanca encarnada por Brad Pitt, productor también de la película, vestido de blanco, carpintero, parece salido de un belén. ¿O no?

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